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EJE 5 DEMOCRACIA EFECTIVA Y POLÍTICA EXTERIOR
18. Presencia de México en el mundo: una política exterior para el crecimiento y el desarrollo
Hoy, cada vez menos, las fronteras tienden a representar líneas de división entre países; crecientemente se perciben como puntos de contacto, convivencia, interacción, desarrollo e integración entre sociedades. El concepto de frontera en su acepción espacial se ha redefinido, y las fronteras no geográficas representan espacios de encuentro y conocimiento donde pueblos y culturas conviven e interactúan, en particular en esta época de acelerado cambio tecnológico y globalización. Por ello, las relaciones internacionales son una poderosa palanca de desarrollo conjunto. Una política exterior cuyo diseño e instrumentación sean sensibles a esto, habrá de sacar óptimo provecho a los intercambios con el resto de los países, y especialmente, pero no exclusivamente, con aquellos unidos por sus fronteras.
Aprovechar los beneficios de un mundo integrado para impulsar el desarrollo y crecimiento nacionales, y proyectar los intereses de México en el exterior, fueron los objetivos centrales de la política exterior entre 2006 y 2012; una política exterior que es hoy una palanca del desarrollo nacional.
En este apartado se busca ofrecer al lector elementos para evaluar la política exterior del periodo. En la primera sección se refiere cuál era el estado de las relaciones internacionales en 2006; en dónde estaba México y hacia dónde debía ir en materia de política exterior. Estas fueron las primeras interrogantes que se planteó, en esta materia, el gobierno de la República. La segunda sección describe la política exterior que se instrumentó durante el periodo 2006-2012: qué se hizo y por qué, destacando las innovaciones más importantes en la materia. Por último, se analizan los retos más importantes que debieran superarse en el futuro.
PANORAMA EN 2006
La transición política que en 2000 dio lugar a un cambio en el partido gobernante en el ámbito federal, generó elevadas expectativas en torno a la posibilidad de transformar a fondo la proyección y la presencia internacional de nuestro país, no sólo en cómo éste se relaciona con el resto del mundo sino en cómo el mundo ve a México.
El gobierno de la República en el periodo 2000-2006 logró sin duda mostrar un país dispuesto a abrirse al ámbito internacional para asegurar la consolidación de sus avances democráticos. Los más importantes en materia de política exterior en ese periodo se dieron en el marco de los derechos humanos, mediante la adhesión a los principales tratados internacionales en la materia y mediante el retiro de reservas en algunos otros. Incluso se impulsaron acuerdos internacionales como el que protege a las personas con alguna discapacidad, grupo que, en opinión de México, no se encontraba debidamente protegido por la legislación internacional.
Hubo también avances en relación con el impulso a temas como el comercio, con la suscripción del Acuerdo de Complementación Económica (ACE) firmado con los países miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur) (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay; ACE núm. 55 de septiembre de 2002), y el desarrollo, mediante la celebración de la Conferencia sobre Financiación del Desarrollo, realizada en marzo de 2002 en Monterrey, Nuevo León.
Si bien la relación con Estados Unidos, el más importante socio comercial, se había convertido en el eje principal de la estrategia internacional de México en los primeros meses de 2001, los atentados terroristas del 11 de septiembre de ese mismo año modificaron la relación de este país con el resto del mundo. Por ello, la agenda bilateral México-Estados Unidos redefinió prioridades y dio mayor peso a temas relacionados con la seguridad.
Las nuevas necesidades e intereses estadounidenses en materia de seguridad trabajaron en detrimento de la relación bilateral. Por ejemplo, al convertirse la seguridad nacional en la principal preocupación del gobierno de Estados Unidos, la posibilidad de una reforma migratoria como la que buscaba entonces México y que originalmente había sido bien recibida por el gobierno y el congreso estadounidenses, quedó postergada indefinidamente. Además, la influencia del tema de la seguridad en las posiciones internacionales del gobierno estadounidense respecto de Asia y Medio Oriente se tradujo en estrategias políticas y militares que, a juicio de México, no tenían sustento. En consecuencia, ambos países se distanciaron mucho en los foros multilaterales.
Hacia 2006, México no había logrado aún construir, en el ámbito internacional, una identidad que correspondiera al cambio político que vivía, y no contaba con una nueva política exterior definida para profundizar y ampliar estratégicamente las relaciones del país con el resto de la comunidad de naciones. México carecía de una presencia internacional, tanto ante las diversas regiones como en los foros internacionales, acorde con su carácter de nación plenamente democrática, con su dimensión económica, su magnitud demográfica y su capacidad diplomática.
AVANCES Y TRANSFORMACIONES ENTRE 2006 Y 2012
Al comienzo de la actual administración, un primer diagnóstico señaló que era urgente y prioritario determinar y asentar una estrategia de política exterior acorde con exigencias y expectativas internas, y que considerara tanto las oportunidades como los desafíos mostrados por el entorno exterior. En consecuencia, se debía adoptar un papel mucho más activo en el ámbito internacional, asumiendo un papel de liderazgo en foros multilaterales y regionales en torno a cuestiones vitales tanto para los intereses nacionales como con los relacionados con el crecimiento económico y el desarrollo, el combate al crimen organizado transnacional, los esfuerzos contra el cambio climático y el mantenimiento de condiciones internacionales propicias para el desarrollo de naciones como la nuestra.
En tal diagnóstico se señalaba también que habría de fortalecerse la agenda de la política exterior con Estados Unidos, para diversificarla redirigiéndola hacia procedimientos que contribuyeran a una mejor cooperación en gran variedad de asuntos, no sólo en aquellos relacionados con migración y terrorismo. Y por lo que corresponde a América Latina, el análisis indicaba igualmente que era preciso fortalecer y mejorar las relaciones políticas y económicas.
En relación con Europa, África y Medio Oriente, especificaba que debían profundizarse las relaciones y explorarse nuevos mecanismos de cooperación. En cuanto a los organismos internacionales, el propósito tendría que enfocarse a reforzar el multilateralismo, en particular mediante las acciones en el sistema de Naciones Unidas.
Asia representaba un caso particular. Las prioridades de política exterior no podían soslayar el hecho de que en las últimas dos décadas los países del sudeste asiático tuvieron tasas de crecimiento sostenidas que transformaron sus economías y los convirtieron en potencias exportadoras. El dinamismo de esa región generó, de esta forma, nuevos e importantes mercados para manufacturas y, al mismo tiempo, empresas y negocios con inusitada capacidad de inversión en mercados emergentes como el de México. En el diagnóstico se identificó a Corea del Sur, a China y a Singapur, además de otros actores regionales, como lugares prioritarios para diversificar las relaciones económicas y políticas de México.
Esta nueva estrategia exigiría, en el ámbito interno, la renovación y consolidación de cuadros del Servicio Exterior Mexicano, a fin de que pudieran desarrollarse con competencia y mayor eficiencia las tareas de promoción y defensa de los intereses nacionales.
El diagnóstico hizo evidente la enorme importancia de robustecer, en particular, la capacidad del cuerpo diplomático para proteger y brindar asistencia y servicios a los millones de mexicanos que viven y trabajan fuera del territorio nacional (12 millones nacidos en México, seis millones de ellos indocumentados; y otros 16 millones de origen mexicano); en particular a los mexicanos establecidos en Estados Unidos, mientras continuaban las gestiones diplomáticas para una solución integral a su situación. En ese sentido, era necesario, además, perseverar en la ampliación de la red de representaciones de México en el exterior, en especial en África y en el mundo árabe.
El diagnóstico, por último, mostraba que era también imprescindible hacer algo para mejorar la imagen de México en el exterior; una tarea natural entre las responsabilidades de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y otras dependencias gubernamentales, que con frecuencia carecía de la coordinación interinstitucional precisa para lograr resultados en beneficio de la imagen del país.
América Latina y el Caribe
El replanteamiento de la presencia de México en esta región hizo que el país recuperara la capacidad de interlocución, así como su papel en los procesos de diálogo y concertación regionales. Se logró reformar al Grupo de Río, instancia regional cuya importancia había venido disminuyendo en los años anteriores, para convertirlo en la base de una nueva Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la primera en reunir a todos los Estados que conforman la región. La CELAC vio la luz en México, durante la Cumbre de la Unidad celebrada en Cancún en febrero de 2010. En el mismo sentido, el Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico, suscrito en junio de 2012 por Colombia, Perú, Chile y México, con metas ambiciosas en comercio de bienes y servicios y movimiento de capitales y de personas, busca vincular a México con países de Sudamérica con los que tiene afinidades, lo que permite además proyectar al país hacia otras regiones, especialmente Asia-Pacífico, con un crecimiento económico dinámico.
Con la Alianza del Pacífico hemos dado otro paso hacia la integración política y económica en América Latina, sin que ello signifique únicamente ver hacia dentro de la región tradicionalmente considerada nuestro ámbito estratégico. La Alianza del Pacífico busca vincular el esfuerzo de desarrollo de sus países miembros con el motor de crecimiento global constituido por las economías de la cuenca del Pacífico.
También con el Caribe se inició una nueva fase en las relaciones de amistad y cooperación al más alto nivel, mediante las reuniones Cumbre entre México y la Comunidad del Caribe (CARICOM), para ampliar la cooperación técnica y científica, intensificar los intercambios comerciales y las inversiones recíprocas.
Destacan del mismo modo las actividades diplomáticas desplegadas en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA) en torno a las crisis políticas de Honduras en 2009 y de Uruguay en 2012; así como el llamado que hizo México al respeto del orden institucional democrático en esos países. En su papel de líder regional y honrando el principio constitucional de la solución pacífica de controversias, México encabezó los esfuerzos de mediación en el diferendo fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua que se llevaron a cabo durante 2011.
Centroamérica
En esta área especialmente importante para la seguridad, la identidad y el desarrollo de México, el Plan Puebla-Panamá, un esquema hasta entonces compuesto por proyectos de diversa naturaleza y alcance, se transformó en un proyecto de integración para el desarrollo conjunto bajo el nombre de Proyecto Mesoamérica, en el cual hoy participan también República Dominicana, Colombia y pronto lo harán más naciones del continente. Este proyecto se articula en torno a un número específico de ejes de acción y se orienta a potenciar el desarrollo conjunto del sur-sureste de México y de las naciones de la región. Los sistemas de interconexión eléctrica y de telecomunicaciones en la región, por ejemplo, muestran ya un avance de 95%. El Proyecto Mesoamérica cuenta hoy con una vía clara para alcanzar sus metas en materia de facilitación comercial, infraestructura, vivienda, salud, atención a emergencias y para la financiación de proyectos.
Respecto a la financiación de proyectos, mediante el fondo creado con el Acuerdo de Yucatán, se impulsan iniciativas apoyadas por el sector privado mexicano y coordinadas por el Gobierno Federal. Además, con Centroamérica se suscribió un Tratado de Libre Comercio Único, se intensificaron las acciones para fortalecer la gobernabilidad democrática, la seguridad regional y el respeto a los derechos humanos de los migrantes, pilar fundamental de la política exterior mexicana.
Por lo que respecta a la lucha contra el crimen organizado, México promovió en la región mayor cooperación y coordinación, así como el intercambio de información con un enfoque integral y de largo plazo, bajo el principio de la responsabilidad compartida.
Nuevo paradigma en las relaciones con Estados Unidos
Históricamente, las relaciones México-Estados Unidos tendieron a estar sujetas a las fluctuaciones de la política internacional o de la problemática de la extensa frontera compartida; se revelaban, por tanto, inestables, y con frecuencia las divergencias sobre un tema en particular afectaban la relación en su conjunto. Al día de hoy, México ha impulsado, en los principales rubros de la relación bilateral un proceso de construcción institucional que ha podido capitalizarse mediante la consolidación de la noción de corresponsabilidad, como base para la evaluación conjunta de los problemas y la adopción de soluciones compartidas. En la medida en que el problema —y la solución— es asunto de dos, se evitan las ópticas y políticas unilaterales que tradicionalmente alimentaban el conflicto. Esto ha permitido buscar soluciones a problemas específicos y complejos, al mismo tiempo que se amplía y profundiza la relación y la cooperación en la gran variedad de cuestiones de la relación México-Estados Unidos.
En materia de seguridad, se adoptó una nueva visión que apoya los esfuerzos de cada país bajo los principios de la responsabilidad compartida, el respeto mutuo y la soberanía. En este ámbito, la Iniciativa Mérida tiene relevancia especial, pues representó una nueva etapa de mayor nivel de colaboración bilateral.
Las nociones de corresponsabilidad y mayor cooperación, sumadas al respeto pleno de la soberanía, jurisdicción territorial, marco legal de cada país, confianza mutua y reciprocidad, encontraron en la Iniciativa su expresión más acabada. La estrategia desarrollada bajo este esquema se construyó a partir de las prioridades de ambos países y los esfuerzos desplegados por las dependencias encargadas de la procuración de justicia. Si bien, por su naturaleza, la Iniciativa Mérida es un mecanismo orientado a la seguridad y al equipamiento y capacitación de las fuerzas dedicadas a ella, la Iniciativa también forma parte de los esfuerzos diplomáticos para construir una colaboración internacional más sólida orientada a desarticular las redes que utilizan los grupos criminales. Esta modalidad de cooperación con Estados Unidos, permitió a la política exterior mexicana enfrentar de manera más eficaz la amenaza común que representa para ambos países la delincuencia organizada transnacional. La Iniciativa Mérida contempló asignaciones presupuestales estadounidenses por 1 400 millones de dólares distribuidos en tres años fiscales, destinados a equipamiento y programas de entrenamiento. Las transferencias recibidas, que equivalen a cerca de 1 070 millones de dólares, han superado en monto al total recibido en las dos décadas previas.
En lo que toca a los asuntos vinculados con la frontera que une a ambas naciones, el Programa Frontera Siglo XXI representó otro logro en la articulación de una estrategia integral para facilitar los intercambios a lo largo de la frontera. Éste atiende las necesidades de seguridad de ambos países, promueve una mayor competitividad económica y facilita el flujo de bienes y personas de forma segura y eficiente. En la frontera compartida se vio un enorme potencial de crecimiento de características únicas. Las bases de diálogo y cooperación establecidas durante este periodo de gobierno han comenzado a rendir frutos en el desarrollo fronterizo y, lo más importante aún, permitirán concretar la transformación de la región en una palanca de crecimiento.
Participación de México en los principales foros de gobernanza global
Las participaciones de México en los diálogos del G8-G5 y posteriormente en el G20 contribuyeron a que el país tuviera una participación directa en las deliberaciones que determinaron la concertación de políticas entre los países de mayor concurrencia en los flujos de comercio e inversión en el mundo. Entre los resultados, en la reunión del G20 celebrada en Los Cabos en junio de 2012 —presidida por México— se aseguró la recapitalización del Fondo Monetario Internacional por más de 450 mil millones de dólares, con lo que se duplicó la capacidad de apoyo y de préstamo del Fondo. Igualmente, se acordó extender el compromiso de no instrumentar medidas proteccionistas hasta finales de 2014 y se establecieron compromisos específicos en materia fiscal, cambiaria y estructural para asegurar la estabilidad financiera global.
La presidencia de México del G20 dio un gran impulso a la imagen del país en la comunidad internacional como actor responsable y comprometido. México impulsó medidas concretas en beneficio del interés nacional y de países con un nivel de desarrollo similar. Se tomaron en cuenta, en todo momento, los puntos de vista de países no miembros del Grupo, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, académicos, empresarios, sindicatos y jóvenes. Con sensibilidad, México logró que se atendieran los problemas financieros y de coyuntura que afectan las expectativas de crecimiento de las economías avanzadas y en desarrollo, sin pasar por alto la necesidad de que se acordaran acciones en beneficio de una agenda integral de largo plazo que tiene incidencia en el bienestar de millones de personas.
Foros multilaterales y cooperación internacional
El renovado activismo de México en los foros internacionales ha permitido apuntalar aquellos asuntos que son prioritarios para asegurar el bienestar y el futuro del país.
La participación de México como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en el periodo 2009-2010, dio oportunidad no sólo para incrementar la transparencia de dicho órgano, sino también para abrirlo a la participación de actores no gubernamentales, mediante reuniones informales de información y debate. Asimismo, se fomentó la realización de debates públicos abiertos sobre temas como el fortalecimiento de la mediación, los problemas vinculados con la participación de niños en conflictos armados, la situación en Haití y el fortalecimiento del Estado de derecho.
Las acciones de esta administración en la 16ª Conferencia sobre Cambio Climático (COP16, celebrada en Cancún a fines de 2011) constituyen otra muestra del activismo de México en foros internacionales. En esta conferencia se estableció el llamado Fondo Verde, que tiene como objetivo financiar proyectos de mitigación y adaptación, así como diversos mecanismos destinados a apoyar la preservación de bosques y selvas en los países en desarrollo, entre otras medidas que buscan asegurar que el incremento de la temperatura global no exceda el límite de dos grados centígrados. Los Acuerdos de Cancún y sobre todo las condiciones que México propició lograron que se recuperara la confianza en las instituciones multilaterales. El apego a la tradición multilateralista y de defensa del derecho internacional llevó al país a participar activamente en los procesos de negociación de importantes instrumentos internacionales como la Convención sobre Municiones en Racimo, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la Convención sobre las Desapariciones Forzadas.
A nivel regional, hemisférico y global, se impulsó el combate al crimen organizado y se promovió el fortalecimiento y la efectiva aplicación de los instrumentos internacionales en la materia. Por ejemplo, los países participantes en la VI Cumbre de las Américas aprobaron por unanimidad la iniciativa mexicana de implementar un esquema hemisférico para armonizar las estrategias y acciones de los Estados miembros de este foro continental en contra de la delincuencia organizada transnacional. Hacia el futuro, dicho esquema fomentará la cooperación bilateral, regional e internacional para combatirla en un marco de respeto al Estado de derecho, al derecho interno de cada Estado y a los derechos humanos.
Además, se buscó modernizar los esquemas de cooperación internacional de México. En su carácter dual de país receptor y donante de cooperación para el desarrollo, el país cuenta hoy con prácticas establecidas y mecanismos eficaces para actuar ante situaciones críticas. La coordinación de la ayuda recibida en 2009 durante la crisis de la influenza ah1n1 y la que se dio a Haití tras el devastador sismo que sufrió en 2010 son claros ejemplos de estas prácticas. La Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo es prueba del compromiso del país con el tema, ya que entre sus atribuciones se incluyen las de concertar, coordinar y estimular las acciones de cooperación internacional en la Administración Pública Federal, con el propósito de impulsar el desarrollo humano sustentable, el aumento permanente de los niveles educativo, técnico, científico y cultural, así como la disminución de las asimetrías entre los países.
Vínculos y diversificación con socios clave en las distintas regiones del mundo
México es una reconocida potencia exportadora: la mitad del valor del comercial global del país, que asciende a más de 700 mil millones de dólares al año (más del doble de lo que se intercambiaba en 2000), son exportaciones.
Y si bien estas exportaciones se duplicaron entre 2000 y 2011, hacia algunos países y regiones creció en mayor proporción. Mientras que el monto de las exportaciones hacia Estados Unidos creció 87% entre 2000 y 2011, con las naciones de la Unión Europea tuvo un crecimiento de 221%; en el caso de Centroamérica, de 187%; hacia los países de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) el crecimiento fue superior a 474%. Los casos de Brasil y Colombia son especiales, pues las exportaciones hacia esos países crecieron más de 600%, en el caso de Brasil, y más de 1000% en el de Colombia.
La diversificación de nuestros mercados es hoy una realidad que se consolida. La incorporación de México a las negociaciones del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP por sus siglas en inglés) logrará mantener a nuestro país en la vanguardia de los esquemas de integración comercial frente al estancamiento en las negociaciones comerciales multilaterales y las perspectivas de bajo crecimiento en diversas regiones; para así fortalecer los esfuerzos en favor de una mayor diversificación de los mercados.
Además, se prevé que este acuerdo ayude a incrementar las relaciones comerciales con los nueve miembros que participan en la negociación (Brunei, Chile, Nueva Zelanda, Singapur, Estados Unidos, Australia, Perú, Vietnam y Malasia). Un instrumento como éste, de última generación, permitirá la incorporación de insumos producidos en México a las exportaciones que Estados Unidos realiza a otros mercados del TPP, al mismo tiempo se evitará la erosión de las preferencias mexicanas en el mercado estadounidense frente a los países de Asia-Pacífico. El acuerdo hará posible diversificar las exportaciones hacia economías que vienen mostrando un alto crecimiento económico, como Australia, Malasia, Singapur y Vietnam, y reforzará los flujos de inversión productiva de Australia, Nueva Zelanda y Singapur hacia México, al otorgarles mayor certidumbre a sus inversiones. El comercio total de México con los nueve socios del TPP alcanzó los 466 mil millones de dólares en 2011 (con exportaciones por 280 mil millones de dólares e importaciones por 186 mil millones de dólares).
La crisis económica global no se ha convertido en un obstáculo para que México se consolide como interlocutor privilegiado de la Unión Europea mediante la suscripción del Acuerdo de Asociación Estratégica, que complementa los acuerdos establecidos previamente. Debido a esta Asociación se ha alcanzado un diálogo fluido y abierto en temas de interés común como los derechos humanos, el combate al cambio climático, la reforma a los organismos internacionales, el desarme y lucha contra el crimen organizado transnacional. A lo largo de 2012, México recibió la visita de las más altas autoridades de la Unión Europea y se celebraron cinco mecanismos de diálogo político entre ambas partes.
En cuanto a la diversificación política de las relaciones de México, con la región Asia-Pacífico se ha mantenido una constante apertura al diálogo y a la cooperación para el desarrollo. El país sostiene, así, un excelente nivel de diálogo y consultas políticas con China, Corea del Sur, Japón e India, países con los que México tiene acuerdos de asociación estratégica, cuyo contenido ha permitido a los respectivos sectores productivos mayor intercambio y una apertura progresiva en sectores sensibles para nuestras economías.
Las negociaciones comerciales y regulatorias llevadas a cabo con las autoridades de esos países se han coordinado cuidadosamente con los sectores productivos del país, tanto para mantener la competitividad requerida en productos específicos, como para lograr la apertura en aquellos rubros en los que se cuenta con ventajas comparativas.
En el ámbito político se abrieron espacios de diálogo y cooperación con África, Medio Oriente y Asia Central, regiones en las que existe un elevado potencial de intercambio y cooperación. México alcanzó estatus de país observador en la Unión Africana en 2005 y de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) en 2009, además de que se logró una relación más cercana con la Liga de Estados Árabes. Por otro lado, con el apoyo de la Cancillería y de las representaciones diplomáticas en el exterior, el Instituto Federal Electoral (IFE) impulsó la cooperación en materia electoral después de los distintos procesos de cambios políticos que se vivieron en el norte de África y en Medio Oriente.
Una de las prioridades de la política exterior de esta administración fue incrementar el diálogo con regiones con las que tradicionalmente no teníamos un vínculo estrecho en el ámbito bilateral. África es una muestra de ello. Desde el principio, esta administración se propuso incrementar el número de representaciones con las que se pudiera participar en foros y mecanismos regionales, así como sostener un diálogo político más cercano con países de la región. Al término del sexenio anterior, México contaba con cinco embajadas en ese continente, las cuales cubrían otros 21 países de manera concurrente; asimismo, había ocho consulados honorarios. Al finalizar esta administración, al establecerse las representaciones en Etiopía (2007) y Nigeria (2008), el país cuenta con siete embajadas en África acreditadas de manera concurrente ante 34 países. Asimismo, con la apertura de Djibouti (Djibouti), Accra (Ghana), Port Louis (Mauricio) y Dar es Salam (Tanzania), se tienen 10 consulados honorarios.
Estas acciones fueron resultado no sólo de la adopción de una política exterior orientada a apoyar el esfuerzo de desarrollo de los mexicanos, sino también de haber asumido, en la escena internacional, un papel activo en la búsqueda de soluciones a los grandes retos que enfrenta la comunidad internacional, en particular el calentamiento global y el cambio climático, el crimen organizado transnacional y la migración.
Servicio a la ciudadanía
Para atender las demandas de atención al público, se modernizaron los sistemas y procedimientos de servicio, en especial la expedición de pasaportes, los servicios consulares y la asistencia a mexicanos en el exterior. Mientras que en 2006 se emitieron más de 2 850 pasaportes, en 2011 fueron más de 3 155, todos con características de alta seguridad.
En materia de asistencia a los mexicanos residentes en el extranjero, en 2011, la SRE atendió a 144 900 personas, casi cuatro veces más que en 2000. Debido a ello, hoy se destina el 100% de los ingresos consulares a actividades de protección y servicios consulares. En total, esto suma más de siete mil millones de pesos a lo largo de los últimos seis años. La modernización de los servicios de protección a los mexicanos en el exterior se ha traducido en una administración consular más eficiente, mejores esquemas de atención y más servicios educativos y de salud.
Respeto y promoción de los derechos humanos y la paz
En congruencia con el activismo de México en el entorno internacional, se promovió en el país la reforma en materia de derechos humanos, la cual elevó a rango constitucional los derechos humanos contenidos en todos los tratados internacionales suscritos y ratificados por México, además de que se incorporó el respeto, protección y promoción de estos derechos fundamentales como un principio normativo de la diplomacia mexicana. Esta es una de las reformas más trascendentes en los últimos años, al erigir a los derechos humanos como la base del sistema de justicia, del sistema educativo y de la propia política exterior.
De igual modo México ha trabajado intensamente para consolidar el entramado normativo e institucional de protección a los derechos humanos a escala internacional. Se ha participado en el fortalecimiento del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y se han impulsado importantes tratados internacionales, como la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
El gobierno mexicano se comprometió con los esfuerzos para fortalecer el desarme y el Derecho Internacional Humanitario. En ese sentido, México tuvo una importante participación en la negociación y promoción de la Convención sobre Municiones en Racimo, además de apoyar otros esfuerzos para avanzar en la eliminación de armas convencionales con efectos indiscriminados sobre la población civil.
Para lograr una participación más activa y recurrente en organismos internacionales, México apoyó las candidaturas de ciudadanos mexicanos a puestos directivos. El oportuno respaldo de estas candidaturas amplió la proyección estratégica de los intereses del país en foros multilaterales.
Por último, con la finalidad de contribuir a los esfuerzos globales en favor de la no proliferación nuclear para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, en 2010, el Comité Especializado de Alto Nivel en Materia de Desarme, Terrorismo y Seguridad Internacional (CANDESTI) acordó el ingreso de México a dos regímenes de control de exportaciones de materiales y tecnologías de uso dual:
- El Arreglo de Wassenaar, al cual México presentó su candidatura en junio de Con el apoyo de los 40 miembros se formalizó la pertenencia al régimen en enero de 2012. Desde entonces México ha participado con espíritu constructivo en las reuniones de los Grupo de Trabajo del Arreglo.
- El Grupo de Suministradores Nucleares (NSG), al que el país fue formalmente admitido como Estado Observador en 2012.
RETOS A FUTURO
Son muchos, desde luego, los retos aún pendientes por superar. Algunos son viejos rezagos, tareas que no se pudieron atender; no obstante, existen nuevos desafíos que ahí están para enfrentar.
Entre las tareas de mayor importancia que han de atenderse en el futuro inmediato destaca la de mantener el liderazgo de México en América Latina, que se muestra, sobre todo, en el establecimiento de la celac, la creación de la Alianza del Pacífico y los avances del Proyecto Mesoamérica. De igual modo, el persistir en la estrategia de diversificación de los vínculos económicos en todas las regiones, especialmente mediante la Alianza del Pacífico, que debe ampliarse y fortalecerse en los próximos años, y del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP).
La región Asia-Pacífico continuará en los próximos años como palanca de crecimiento mundial, por lo que habría que estructurar puntualmente las agendas políticas, económicas y de cooperación con cada país, involucrando de manera creciente a los sectores gubernamentales de los tres órdenes de la administración pública, al Poder Legislativo, empresarios, académicos y a otros actores relevantes, además de dedicar mayores recursos humanos y financieros para la atención de esta región crecientemente prioritaria para los intereses del país. Esto implica incrementar el número de oficinas comerciales y de promoción turística en la región Asia-Pacífico, y superar actitudes de desconfianza o indiferencia del sector empresarial mexicano hacia esa región.
Un esfuerzo con el que se debe continuar es el del fortalecimiento de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, a la cual se le deben otorgar los recursos indispensables para el eficaz desempeño de sus tareas, de modo que constituya un verdadero activo de la política exterior de México. En su condición de país de mediano ingreso, potencia regional y decimocuarta economía global, México podrá emplear esa agencia como instrumento para aumentar la influencia y la presencia del país en el mundo, en especial en América Latina y el Caribe. Esta misión será exitosa en la medida en que los recursos de la Agencia le permitan financiar mayor número de proyectos, bajo diversas modalidades de colaboración. Continuar impulsando de manera activa estrategias globales en áreas prioritarias para México, tales como migración, cambio climático y lucha contra el crimen organizado transnacional, incluyendo el Tratado sobre el Comercio de Armas que se encuentra aún en negociación en la Organización de Naciones Unidas (ONU) es un reto que deberá afrontar la siguiente administración. México debe seguir impulsando la adopción de un tratado que establezca responsabilidades jurídicas internacionales respecto a las transferencias de todas las armas convencionales, municiones, sus partes, componentes y tecnología. Será vital continuar las negociaciones con países afines para lograr acuerdos y compromisos en el seno de la ONU que permitan recuperar la confianza en este órgano multilateral.
Uno de los mayores retos será, sin duda, continuar la nueva relación basada en el respeto, la responsabilidad compartida y la confianza recíprocos, alcanzada con Estados Unidos, nuestro principal socio económico y un país con el que nos unen estrechos vínculos, no sólo políticos y económicos sino también, cada vez más, estrechos lazos culturales y sociales producto de una frontera viva de más de tres mil kilómetros. En ese sentido, se debe perseverar en el esfuerzo de persuasión ante las diversas instancias políticas y sociales en Estados Unidos para lograr una reforma integral y duradera de los esquemas jurídicos vigentes en materia migratoria, así como modificaciones consistentes con una nueva relación de cooperación estratégica en materia de tráfico de armas y dinero ilícito.
En materia operativa, es primordial continuar con la renovación y el fortalecimiento del Servicio Exterior Mexicano para adecuarlo a las necesidades de un país con la presencia y responsabilidad global acordes a nuestro desarrollo y ambición internacional. Se ha avanzado en la recomposición de la estructura piramidal del Servicio, pero aún queda mucho por hacer para ampliar el número y competencia de sus integrantes, de modo que responda a las tareas de un país de la talla e importancia de México. Para ello, y para fortalecer a la Cancillería en general, se requiere que los recursos de los que ésta dispone correspondan a la magnitud de este empeño y de los requerimientos que una economía emergente como la mexicana deriva de su mayor interacción con el exterior.
Finalmente, deberán también atenderse las necesidades vinculadas con la protección y promoción de la imagen de México en el exterior. Todas las naciones, independientemente del número y la magnitud de los retos que enfrentan, se ven hoy obligadas a hacer frente a este tipo de necesidades. México no es ni puede ser la excepción. En un entorno en el que los países compiten por atraer los siempre escasos recursos, inversiones, tecnología y conocimientos, habrá que analizar y valorar la mejor manera de lograrlo para que esto sea también parte de una política exterior de Estado que fortalezca la capacidad de México para crecer y desarrollarse, independientemente de los retos y desafíos coyunturales que los mexicanos enfrentemos como nación.