La inversión en infraestructura fue la más ambiciosa en la historia de México, al aumentar la asignación de recursos tanto públicos como privados del 3% al 5% del Producto Interno Bruto (PIB). Este enfoque visionario permitió la realización de una serie de proyectos transformadores que impulsaron el desarrollo nacional en diversos sectores.

Se construyeron o rehabilitación más de 23 mil kilómetros de carreteras, lo que mejoró significativamente la conectividad, y facilitó el transporte de personas y mercancías en todo el territorio, reduciendo además la tasa de accidentes fatales por número de usuarios. Asimismo, se construyeron 1,200 hospitales o clínicas, y se llevaron a cabo obras de reconstrucción en 2,400 instalaciones médicas adicionales, fortaleciendo así el sistema de salud. 

Se realizaron numerosas obras de infraestructura, como la construcción de puentes, puertos y aeropuertos, la edificación de presas como “El Salto” o “La Yesca”, así como proyectos de infraestructura energética. Entre las obras emblemáticas que destacan se encuentran el Túnel Emisor Oriente que contribuyó a mejorar el manejo de aguas residuales en la zona metropolitana del Valle de México; la carretera Mazatlán-Durango con más de 80 túneles y más de 100 puentes, incluyendo el Puente Baluarte, reconocido en su momento como el puente atirantado más alto del mundo; o el Puente Albatros, el único puente levadizo en América Latina que representa un símbolo de ingeniería y modernidad.